No hay misterio

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No quiero hacerme el misterioso inncesariamente. Lo que he terminado es una cosa breve, un cuaderno de apuntes que he ido escribiendo a lo largo de este último año, centrados en mis paseos por la orilla del Hudson: observaciones, citas sobre el río o sobre el hábito de pasear, tentativas de retratos rápidos de gente, algunos de los cuales han aparecido ya aquí, como aquella mujer a la que vi tirando al río un cuaderno. El sueño antiguo del libro a rachas, de los espacios en blanco, la tentativa de atrapar lo fragmentario y lo que fluye en una escritura que fluya igual y que también esté hecha de fragmentos. Empecé a tomar esas notas sin ningún propósito claro, el año pasado. Luego mi amigo Jorge Mara, que tiene una espléndida galería de arte en Buenos Aires, y con el que comparto muchas afinidades y aficiones, me contó un proyecto de libros breves, bien editados, no comerciales, y me pidió que le diera algo, no mucho más de once o doce mil palabras. Se titula, se titulará, El faro del fin del Hudson. En el fondo, lo que uno quiere escribir es una novela de Julio Verne.

Faro

A Elvira le parece que el cuaderno está hecho y que la extensión es suficiente. Yo cada día veo cosas nuevas y me dan ganas de seguir anotando: ayer mismo, un árbol entero arrancado de cuajo, subiendo por el río con la marea alta como un galeón, las ramas sin hojas  tan desmesuradas como las raíces. Con el tiempo supongo que habrá una edición comercial que se publique en España. Por ahora lo sigo viendo como un borrador en marcha.Miguel le pondrá una ilustración y Xavi una foto del puente y del faro. Sin el hábito de estos apuntes instantáneos probablemente esas páginas sueltas no habrían llegado a existir.

 Árbol flotante